RAPOSO, EL JUGADOR QUE NUNCA JUGÓ
Hay mentirosos que merecerían llevarse un premio. Como Carlos
Henrique Raposo. Nació en Río de Janeiro en 1963 (habrá que creerle) y fue futbolista profesional por 20 años
sin saber pegar a un balón.
Así construyó su mito. A los 23 años, era amigo de Mauricio, un ídolo del Botafogo.
Mitad en broma y mitad en serio, Raposo le dijo al crack si le podía conseguir
un contrato en el primer equipo como jugador.
Lo increíble es que el Botafogo lo contrata. Pero tenía que jugar, ¡y él no sabía jugar al fútbol! Lo arregló fácil: "Iba a los
entrenamientos y a los pocos minutos de ejercicios me tocaba el muslo y pedía
ir a la enfermería. Durante 20 días estaba lesionado y en
esa época no existía la resonancia magnética. Cuando los días pasaban, tenía
un dentista amigo que me daba un certificado de que tenía algún problema físico.
Y así pasaban los meses.
Pese no jugar ni un minuto con Botafogo, lo increíble es que al
año siguiente lo compra el Flamengo donde tenía otro gran amigo, Renato
Gaucho. Así lo recordaba
el que fue jugador de la Roma y la Selección brasileña: "Raposo, era un enemigo del balón. En el
entrenamiento le pedía a algún compañero que le pegara una patada y así se iba
a la enfermería". Cumplió el año en el Flamengo
sin jugar un sólo minuto.
Era muy amable con los periodistas y les daba notas y notas. Los
cronistas creyeron lo que les decía y lo presentaban como un crack con mala
suerte en cuanto a lesiones. Gracias a la buena prensa se fue a jugar a México.
Llegó al Puebla en México. Seis meses de contrato, cero
minuto de juego.
De allí cruzó la frontera y llegó al fútbol en EE.UU. Firmó por El Paso. Tampoco pisó el césped en partido oficial: "Yo
firmaba el contrato de riesgo, el más corto, normalmente de unos seis meses.
Recibía las primas del contrato y me quedaba allí durante ese periodo, sin
jugar".
En 1989 firmó para el Bangú. Allí estuvo a punto de
iniciar verdaderamente su carrera. El técnico lo convocó un día antes del partido
para estar entre los once titulares. La mentira de la lesión no colaba y él
ideó una triquiñuela genial. En el precalentamiento se peleó con un
aficionado rival. El árbitro lo expulsó. Raposo no pudo debutar. El técnico,
furioso con él, llegó al vestuario. Y Raposo le dijo al entrenador una frase: "Dios
me dio un padre y después me lo quitó. Ahora que Dios me ha dado un segundo
padre, que es usted, míster, no dejaré que ningún hincha lo insulte como lo
hizo al que yo le pegué". El
entrenador le dio un beso en la frente y pidió que le renovaran al jugador el
contrato por seis meses más.
Su carrera no terminó aquí. Pasó
por los equipos América, Vasco de Gama y Fluminense. Siempre sin
jugar. Y explicó su nuevo truco para que los jugadores pidieran a los
dirigentes que contrataran a Raposo: "Nos concentrábamos en un hotel. Yo
llegaba un día antes, llevaba diez mujeres, y alquilaba habitaciones debajo del
piso en que el equipo se alojaba. De noche nadie huía de la concentración, lo
único que teníamos que hacer era bajar las escaleras y divertirnos”.
Luego de su etapa en Fluminense pasó por Guaraní y Palmeiras, pero
Raposo quería jugar en Europa. Y firmó en el Ajaccio de Francia. Le
hicieron una presentación a lo grande. El estadio era pequeño, pero estaba lleno de hinchas. Creía que
entraba y saludaba a los simpatizantes pero había infinidad de balones.
Teníamos que entrenar. Se iban a dar cuenta de que era horrible. Empecé a coger balones y se los daba a
los hinchas mientras al mismo tiempo saludaba y besaba el escudo de la
camiseta. Los aficionados enloquecieron. De unos cincuenta balones, no quedó ni uno.
Era tanto su cariño por el club que una vez jugó veinte minutos.
En el primer minuto hizo como si se hubiera lesionado y pidió seguir por amor a
la camiseta. Los hinchas deliraban por ese brasilero
que no tocaba la pelota pero corría cojeando por amor al club.
"No me arrepiento de nada. Los
clubes engañan mucho a los futbolistas. Alguno tenía que vengarse de
ellos".
Los anales de la FIFA dicen que pasó por 11 equipos durante 20
años.
Los registros de Raposo indican que entró 14 veces al campo de juego
a jugar algunos minutos. Todo un récord